Antoñita Jiménez Puertas

portfolio

Antoñita Jiménez Puertas

Antonina Jiménez Puertas, a quien le gustaba que la llamaran Antoñita, nació en 1930 en Almería. Hija de militar, la familia se trasladó muy pronto a Granada, donde hizo toda su vida.

Estudió en la Compañía de María, pero las circunstancias familiares no ayudaron a que siguiera con su formación académica. Se casó con Enrique a los 22 años y tuvieron ocho hijos, incluyendo una pareja de mellizos y una de gemelas. «Como le gustaba decir a mi padre, bromeando, ser empleado de banca hacía que no dejara el papel de calco ni en casa», nos cuenta su hija Teté.

Además del trabajo en las finanzas, Enrique gestionaba contabilidades, por lo que el peso de la administración en casa caía en Antoñita, que fue una superadministradora del hogar. «Todos los hermanos pudimos hacer los estudios que quisimos. Mis padres lo invirtieron todo en nosotros», señala su hija.

Si por algo se caracterizaba Antoñita es por su alegría. «Se levantaba y empezaba a cantar, como recuerdan los vecinos. Era muy chiquita de tamaño, pero muy fuerte y decidida. Nunca la vimos venirse abajo. Cuando mi padre cayó enfermo, a pesar de medir 2 metros, pesar 120 kilos y no tener una pierna; mi madre lo levantaba y le ayudaba a moverse. Podía con todo».

También era rápida haciendo las tareas. «Le cundía mucho. ¡Imagina, tener que cocinar para diez! Lo mismo le cundía con las croquetas que con las empanadillas», señala Teté. O con la paella del domingo, uno de los ritos familiares. «Siendo críos, los niños nos pusimos tontos con que si no queríamos guisantes o gambas. Ese domingo comimos pan con aceite. Desde entonces, recordamos las paellas de mi madre como las mejores del mundo. También le gustaba cocinar platos de su Almería natal».

Antoñita era muy religiosa y, además de entregarse a su familia, se entregaba a los demás. Con sus amigas, colaboraba con la Residencia del Cotolengo y lo mismo cosían que lavaban o hacían de comer a las personas mayores.

Cuando Teté salía a desayunar con Antoñita, que era muy coqueta, ataviada con sus tacones y sus perlas, no paraba de saludar a vecinos, amigos y conocidos por la calle. Porque Antoñita era chiquita de tamaño, pero atesoraba un gran corazón.

Edad: 90
Lugar de nacimiento: Almería
FacebookTwitterWhatsApp
FacebookTwitterWhatsApp

Enter your keyword