Milagros García Fernández

Milagros García Fernández

Milagros García Fernández nació en Cájar, en 1931. A los tres años quedó huérfana de madre y sus referentes maternos fueron sus dos hermanas y sus tías de La Zubia. Aprendió a leer y a jugar en el convento de las Hijas de la Caridad. A ella le hubiera gustado seguir estudiando porque era lista y curiosa, pero como tantas otras mujeres de su generación, dedicó su juventud a los bordados, a ayudar en una casa de agricultores y a colaborar en las actividades solidarias de su parroquia.

No lamentaba el tiempo dedicado a unas y otras tareas, pero también tuvo siempre la sensación de haberse perdido muchas cosas por no haber estudiado y, por eso mismo, leyó tanto durante su vejez.

Incansable en el deber y en la responsabilidad de criar y educar ella sola a sus cinco hijos, en todos sus quehaceres ponía por igual ternura y fortaleza: trabajar, educarles, cuidar el huerto y sembrar flores. Les leía parábolas del Evangelio por las tardes y repasaba los vestidos y los trapos mientras los cinco estudiaban en la mesa camilla, inspirados por su serenidad y su enseñanza de que ese era su deber.

Pasados los años, consiguió entrar de limpiadora en un albergue de la Junta de Andalucía, luego en una guardería y finalmente en un instituto de enseñanza secundaria. Nunca pidió una baja laboral, a pesar de los duros tratamientos farmacológicos que tuvo en distintas enfermedades, para admiración de sus propios médicos: tal fue su sentido de la responsabilidad y su fortaleza física, aun con su apariencia menuda y frágil.

Su acogedora sonrisa, su discreción, su manera de cuidar y respetar, le han valido el afecto de todos los vecinos de su pueblo y, por supuesto, todo el amor y devoción de su familia. Ese amor que ella practicó hasta sus últimas consecuencias.